Despedidas (2008) Yohiro Takita
“Lo que había pensado que era mi sueño, tal vez no lo fuera realmente”
Saber renunciar a aquello que fue importante pero que perdió la magia puede ser un acto de coraje.
Nos hemos acostumbrado a identificarnos con nuestras posesiones. El coche, la casa, aparatos electrónicos de última generación que pierden su modernidad en 12 meses.
¿Por qué cuantas más posesiones tenemos más perdidos nos encontramos?; Puede ser que vayamos en una dirección equivocada.
Saber desprenderse de aquello a lo que hemos estado unidos durante mucho tiempo y desactivar el hábito que hemos creado puede aportarnos una liberación inesperada.
Las posesiones nos atan a su valor económico, a su obligado mantenimiento, a su limpieza, al espacio que necesitan y al tiempo que ocupan.
A veces somos dueños de nuestras propias cadenas y no lo sabemos.
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En la película Despedidas (2008) de Yohiro Takita, el protagonista, Daigo Kobayashi, vende su violonchelo, un instrumento que era su sueño y por el que llegó a endeudarse. Aquel violonchelo había sido el eje de su vida, pero cuando finalmente se deshace del instrumento, se siente aliviado.
¡Cuántas veces hemos logrado tener algo que habíamos deseado durante mucho tiempo, un coche, un trabajo, un capricho electrónico… y después ese algo pierde su magia!
Tener sueños es una buena estrategia para motivarse, pero hay un momento en el que el sueño puede convertirse en una cadena que hay que romper. En la escena en la que Daigo vende su violonchelo, dice que se siente liberado de lazos que le habían atado demasiado tiempo:
“Tenía la sensación de asistir al cambio más radical de mi vida. Pero, por la razón que fuese, me sentí aliviado al desprenderme del violonchelo. Como si de repente me hubieran indultado después de haber sido condenado a la horca.
Lo que había pensado que era mi sueño, tal vez no lo fuera realmente”
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Saber renunciar, saber arrojar el lastre que nos bloquea, es también una forma de crecer personalmente.
Una vez que te liberas de ese sueño, parece como si uno pudiera empezar de nuevo. No hay que verlo como una pérdida de tiempo. Fue bello mientras duró, pero hay un momento en el que reconocer que la magia ya no está, y que habrá que buscarla en otra parte, es la mejor manera de afrontar este viaje que llamamos vivir.
Necesitamos muy pocas posesiones materiales. Son agradables, y pueden ser muy divertidas, pero no pongamos excesiva ilusión en conseguir objetos a los que el paso del tiempo arrinconará.
A veces los sueños tienen fecha de caducidad, y seguir aferrados a ellos no nos ayudará a mejorar.
De vez en cuando llegará la renovación, quizás un periodo de duelo por el sentimiento de pérdida, como en el caso del personaje de la película con su violonchelo. Quizás un pequeño sentimiento de remordimiento por la inversión o el esfuerzo realizado, pero un nuevo sueño, un nuevo reto, una nueva etapa comienza y, como si fuera el devenir de las estaciones, todo florecerá de nuevo.
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Otras películas como ejemplo de reflexión sobre las renuncias:
- Náufrago (2000) Robert Zemeckis: “Nunca sabes lo que puede traerte la marea”
- Hacia rutas salvajes (2007) Sean Penn:
El chico lee un texto de Tolstoi: “He vivido muchas cosas y creo que ahora sé lo que se necesita para ser feliz: Una vida tranquila y alejada en el campo, con la posibilidad de ser útil a otras personas con las que resulta fácil hacer el bien y que no están acostumbradas a que las ayuden, quizá un trabajo que sea de algún provecho, y luego descansar, la naturaleza, libros, música, el amor al prójimo… esa es mi idea de la felicidad.
Y para culminar lo anterior, que usted fuera mía, y que tuviéramos hijos tal vez.
¿Qué más puede desear el corazón de un hombre”